¡Ayer tuve mi primera clase de preparación al parto! Tenía muchas ganas porque una, que es pelín impaciente y obsesiva, lleva muy mal eso de que sus compañeras de yoga estén de las mismas semanas que ella y hayan empezado hace ya veinte días. Si encima esa una tiene tendencia histérica y le da por hacer cálculos, puede que le entren los siete males pensando que su niño va a ser un prisas y va a nacer antes de que le hayan explicado cómo tiene que respirar para que se oxigene en el parto o cómo hay que colocarle para que no se ahogue en la bañera. Peeero, ya pasó. Hemos empezado y, al parecer, tenemos tiempo de sobra, incluso si al crío le da la neura y se pone en plan Hamilton de aquí al final. Dios no lo quiera…
La clase, en sí, estuvo bien. A pesar de que, como siempre, tocó dar el cante. Esta vez desde el primer momento, gracias al modelito que elegí para la ocasión. Pero, vamos a ver, ¿en el curso de preparación al parto no se hacía ejercicio? Pues hombre, no digo yo de ponerme una cinta en la cabeza y unas muñequeras, pero unos leggins guarros y una camiseta anchota me parecían un look estupendo para darlo todo en la colchoneta. Lástima que el resto de embarazadas optaran por estilismos más conjuntados, botas de temporada, vestiditos y otras prendas de postín que me hicieran sentir poco menos que un feto marino. Y lástima también que la clase fuera 100% teórica y que sólo moviéramos la cabeza de un lado a otro para ver las diapositivas en el ordenador, ya que el proyector se había roto.
Incluso la matrona, que dice que tiene tres hijos pero yo no me lo creo, iba divina de la muerte, con sus zapatitos de tacón, su vaquerito ajustado y ese tipazo de Barbie que hace totalmente inviable que haya sido madre tres veces.
Era la primera vez que la veía porque mi matrona antigua (mucho más de andar por casa) se jubiló y yo aún no había tenido consulta con la nueva. Envidias físicas aparte, parece una tía muy preparada, que da clase en universidades y hospitales, y te explica las cosas despacito y bien, pero… para que las hagas. Ayer nos centramos en la importancia de fortalecer el suelo pélvico durante el embarazo y la buena mujer nos «recomendó» hacer una serie de ejercicios diarios para que en unos años no tengamos incontinencia (urinaria y rectal), ni se nos salga un trozo del útero por la vagina. Que, hombre, no es algo que pase siempre… pero las matronas lo ven mucho en las citologías y, claro, luego es un problema para hacer vida normal. O__O
Persuasiva es, no digáis que no.
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Aquí os dejo las «primeras recomendaciones» por si, como a mí, os entra el canguelo y queréis incorporar las contracciones y relajaciones íntimas a vuestra rutina diaria:
• Rápido: 10 repeticiones rápidas (contracción/relajación de un segundo).
• Lento: Contraer los músculos durante tres ciclos respiratorios. Relajar. Repetir tres veces. Realizar 1o repeticiones rápidas.
En mi caso fue al revés. Nadie me dijo que se haría ejercicio físico no que tuviera que llevar nada concreto. Así que me planté con mis tejanos, camisa y las únicas botas que me cabían en los pies hinchados, que al quitarlas tras llevar 9 horas trabajando con ellas dejaron un hermoso aroma en la sala. La mayoría del resto de embarazadas, lo mismo que en tu clase: super conjuntadas en ropa de deporte premamá (que yo me negué a comprar para solo cuatro o cinco meses y luego guardar en el armario :P)
Espero que el resto de tus clases fueran mejor 🙂
Un saludo!
Jaja, si es que no nos informan bien… Y luego pasa lo que pasa… Las siguientes fueron mejores, sí… Al menos ya iba vestida más normal 😉 ¡Gracias por comentar!