Vuelve a ser miércoles, así que toca ceder la palabra a otras mamás amigas que quieren compartir con todos nosotros las realidades a las que tuvieron que enfrentarse cuando se convirtieron en madres. Porque la maternidad es maravillosa, pero hay cosas de ella que cuestan. Lo mismo pasa en la lactancia materna, que para Virginia Moreno se ha convertido en una de las mejores experiencias de su bimaternidad, pero que con el primero algunos días la trajo por la calle de la amargura.
Pero todo se supera y, a pesar de las complicaciones que a veces te hacen pensar en tirar la toalla, ha tenido dos experiencias maravillosas con sus dos hijos (preciosos, por cierto): Alan (3 años) y Aaron (9 meses).
Sin enrollarme más, os dejo con su testimonio, la tercera entrega de ‘Aprendiendo a ser la madre’. Puedes leer la primera aquí y la segunda aquí.
Mi experiencia con la lactancia materna, por Virginia Moreno
Cuando estudié mi FP de Educación Infantil, una profesora a la que recuerdo con gran aprecio nos habló de la lactancia materna, nos hizo realizar bastantes trabajos sobre el tema y yo comencé a interesarme por ello. La profe nos contó lo bueno, maravilloso y beneficioso que es dar el pecho a los hijos, así que se me quedó grabado en el disco duro, de tal manera que en ese mismo momento decidí que daría el pecho a mis cachorritos el día que decidiera ser mamá.
Al quedarme embarazada de mi primer cachorrito (minihombrecillo ya) fue un de las cosas que tuve claras desde el primer momento. De hecho, no sabía qué nombre le pondría, ni cuánto le podría querer, pero tenía muy claro que le daría pecho.
La verdad es que cuando nació el agarre fue perfecto, ni estrías, ni nada… Bueno, una enfermera poco profesional que me tocó un poco el pezón, me dijo que no tenía pezón y que mi familia me trajera pezoneras al día siguiente… Pero poco más.
Fue maravilloso dar el pecho a mi minihombrecillo, pero al mismo tiempo sentí un agobio, ahogo, llámalo X… Porque ese cachorrito dependía sólo y únicamente de mí. Me necesitaba a cada instante, a cada hora, a cada minuto, a cada segundo… porque estar conmigo y con mi pecho era su mayor y mejor consuelo.
Recuerdo un día que empezó a chupar teta sobre las 20.00 horas y a las 2.00 de la mañana aún no había sido capaz de despegármelo. Lloraba a cada instante que lo separaba de mí, sólo quería la teta para el poder dormir a gustito. Esa noche decidí, entre lágrimas, que ya no daría más pecho a mi cachorrito, que pasaría a darle biberón porque no aguantaba más noches así, ni más tardes con mi salón lleno de gente y enseñando la teta a todo el que por allí pasaba. Tampoco estaba dispuesta a aguantar las críticas de todo el mundo (porque es curiosísimo, pero todo el mundo sabe mucho acerca de dar el pecho a un bebé, aunque no haya sido madre nunca…) por amamantarlo cada vez que él lloraba o reclamaba mi calor…
Lo cierto es que mi idea duró hasta la mañana siguiente (es tan agotador ser mami a veces que tus pensamientos te juegan malas pasadas…). Con la mente más despejada piensas mucho mejor y te das cuenta que no puede haber nada más mejor para tu bebé que beber la leche que tú fabricas en tu cuerpo para él.
Pero no os penséis que sólo tuve esa vez de locura durante el tiempo que amamante a mi cachorrito, no… Tuve algún que otro momento de bajón absoluto en el que quise tirar todo por la borda, pero al final fui fuerte y aguanté todo el tiempo que mi cachorrito quiso seguir lactando.
La experiencia con mi segundo cachorrito es totalmente diferente, supongo que por muchas circunstancias juntas: la experiencia, que ya es un grado, el no vivir en el pueblo con un montón de expertos diplomados en el tema de la lactancia, tales como vecinas, amigas, amigas de amigas, primas, amigas de primas y un largo etcétera de gente que te daba su opinión aunque no la necesitaras.
Creo que ya has pasado la experiencia con el mayor y te ves, o al menos en mi caso yo me he visto muuuuuucho más relajada y preparada para dar el pecho a mi bebito lindo. He disfrutado muchisímo más, (y aún los disfruto) de mis momentos de dar la teta. No me he agobiado porque haya pasado mucho tiempo en la teta usándome como su “chupete”, ni tampoco me ha preocupado enseñar mi tetilla, a toooodo el mundo que bajaba al parque con sus hijos, a los que se sentaban a nuestro lado en una terraza, a la mitad de la gente que se colocaba cerca de nosotros en la piscina, a los papis y mamis del cole de mi minihombrecillo…
Todo ese relax se nota. Las noches son muuucho mejor ahora con este segundo cachorrito porque como ya he dicho, la experiencia es un grado. Además, he comprado una cuna y la he convertido en una colecho, y claro… ¡¡¡es maravilloso!!! Porque no se desvela mi rubio, ni yo tampoco. Es súper cómodo, algo que no conocí con mi minihombrecillo, por lo que las noches fueron un poco más catastróficas…
A día de hoy, mi cachorrito rubio tiene casi diez meses y sigue con lactancia a demanda y, aunque es muy gratificante, también tiene sus cosas “malas” que nadie nos cuenta cuando nos habla de lo increíble que es la lactancia. Por eso he querido compartir con vosotros mi experiencia. Porque sé que a veces cuesta, que te sientes agobiadísima porque dar el pecho es algo que sólo puedes hacer tú, pero de todo se sale y de todo se aprende. Pero, claro, se necesita tiempo y hablar abiertamente de lo que nos preocupa.
Son muchas a las que el periodo de lactancia se alarga más de lo pensado. Sin embargo, muchas personas prefieren que este periodo se alargue y seguir dando el pecho durante el tiempo que el pequeño necesite. Por suerte, existen un montón de productos que son necesarios para la lactancia, como mordedores, biberones, baberos, toallitas… Sea lo que sea, lo mejor es buscar aquellos artículos imprescindibles para el pequeño.
Para mí también resultó muy sacrificada la lactancia al inicio. El establecimiento fue complicado: dolor y grietas terribles, niño que no coge peso… Y solo depende de ti así que esas horas infinitas que se pasaba pegado a mí, nadie podía sustituirme. Luego la organización cuando te incorporas al trabajo para poder darle el mayor número de tomas… Supongo que con un bebé que mame rápido y engorde bien la cosa varía mucho pero si cada toma dura una hora durante muchos meses… es agotador. Yo me lo planteaba como mi trabajo, jajaja. Ahora me alegro un montón y me encanta porque ya come más cosas, si no le doy en alguna toma no pasa nada, es más rápido. Y al ser mayor, 13 meses tiene, hay más relación, te mira más, y es una pasada.
Un besote y gracias por contar la realidad para muchas mujeres.
Madre mía, pobrecita! Dar el pecho al principio con dolores y que encima no coja peso tiene que dar una cosa… Pero bueno lo importante es que conseguiste que estuvierais a gusto los dos. Un abrazo!!!
Sin duda un gran post, aunque reconozco que no me siento identificada con lo que cuenta Virginia. Me explico. Yo pude darle el pecho a mi hijo mayor y fue realmente un experiencia única. Pese a que me costó adaptarme a eso de ser madre, dar el pecho nunca fue un agobio para mi, al contrario… Quizá porque mi hijo sólo me reclamaba para comer y hacía sueños muy largos… Por otro lado, nunca tuve reparo en hacerlo en público y debo reconocer que ambos nos acompasamos muy bien. Alejandro estuvo tomando pecho hasta los ocho meses, cuándo él decidió que ya no quería más. El día que me rechazó el pecho me dio mucha, mucha pena, pues adoraba ese vínculo.
Cuando me quedé otra vez embarazada tenía claro que daría pecho. Quería que mis dos hijos fuesen iguales en todo… pero al final las cosas no son como quieres, sino como vienen. Con Juan apenas tuve leche. No tuve subida y nunca tuve esa hinchazón tan característica que sentí con Alejandro. Pese a todos los estudios que dicen que TODAS las madres tienen leche suficiente para criar a sus hijos, lo cierto es que con mi segundo hijo no fue tan fácil. En un pecho estaba cómodo, pero en el otro era incapaz de encontrar postura… Lloraba mucho, pero luego no se tranquilizaba al pecho… En cuanto le colocaba se quedaba dormido y dejaba de mamar…
Recuerdo que en la primera visita a la matrona, cuatro días después de dar a luz, le comenté mi preocupación y me dijo que no me preocupase, que seguro tenía leche suficiente. Me preguntó, «¿cuánto hace que le has dado?». «Dos horas», le comenté, y cuando me miró el pecho, viendo que ambos estaban casi vacíos, lo siguiente que me dijo fue «pero, ¿comes bien?». ¡Claro que comía bien! ¡Pero la leche no venía! Aquello me frustraba y me hacía sentir muy triste. Ese día mi marido me dijo muy serio, «mira Mariu, afortunadamente hay leche de fórmula, pero estados de ánimo de fórmula no hay…» y fueron las palabras más sensatas que me han dicho nunca.
En la primera visita a la pediatra, ella me constató que su experiencia le demostraba que el amamantamiento puede cambiar mucho de un hijo a otro, y que hay a madres que les va muy bien con el primero, y luego no tanto; y al revés. Madres que amamantan a todos sus hijos y otras para las que no es posible… Y me tranquilizó mucho al decirme que no era un problema mío, que mi hijo pequeño sería tan sano como el primero y que no pasaba nada por empezar a darle biberones. Durante tres meses estuvimos con la lactancia mixta, pues no dejaba de ponerle al pecho en cada toma, pero ya no hubo para más.
Ahora puedo decir que el vínculo de Juan fue más compartido ya que su padre ( y los abuelos y los tíos…) también podía participar en la tarea de la alimentación.
Creo que con el tema de la lactancia hemos pasado de un extremo a otro y ahora parece que no eres tan buena madre si decides o no puedes darle el pecho a tu hijo. Por eso, justo en esa época en que estás tan sensible, tan perdida y, a veces te sientes tan incomprendida, yo agradecí mucho palabras de aliento, tanto con mi primer hijo -cuando le daba el pecho- y con mi segundo -cuando le daba el biberón-.
¡Muchas gracias por comentar, Mariu! Yo sólo tengo un bebé, ya lo sabes, pero creo que cada embarazo, cada lactancia, cada parto, cada niño, cada momento… es diferente. Lo bueno de haber tenido experiencias distintas es que me imagino que puedes afirmar que cada una tiene su parte enriquecedora. Y que, por supuesto, no has sido mejor o peor madre con Alejandro o con Juan por la alimentación que les has proporcionado.
No sé, yo creo que se saca un poco de contexto este tema y se radicaliza. Yo doy el pecho a mi hijo y ambos estamos encantados, pero creo que si hubiera tenido que recurrir (o hubiera elegido) al biberón mi relación con él sería estupenda también. Tengo muy cerca a una persona que eligió, por decisión propia, dar el biberón a su hijo y sé que le adora y él la adora a ella. A su otra hija tampoco le dio el pecho porque vino cuando tenía un año y medio. Y se adoran también.
En cuanto a mi experiencia como madre lactante, reconozco que me he sentido agobiada a veces, más que porque haya estado mucho tiempo al pecho, por tener la sensación de que dependía única y exclusivamente de mí. O por ejemplo ahora… que se despierta diez o doce veces cada noche y sólo se calma si le cojo yo. Y sí me da cierto corte sacarme la teta en lugares concurridos, pero es que yo siempre he sido muy pudorosa, jaja.
¿Y si tengo un segundo hijo? En principio me encantaría darle el pecho porque sé que tiene cosas maravillosas (dándole el biberón ni idea porque el capullín del niño de momento dice que los biberones para mí), pero creo que no estaría tan obsesionada como con el primero. Y es que si no hubiera podido dar el pecho a Adrián sé que me hubiera frustrado mucho. Si no pudiera en un futuro creo que no me agobiaría tanto porque ya sé que la relación con mi hijo va mucho más allá de mi teta. Un abrazo!!
Me ha encantado leer su testimonio, la lactancia es preciosa, pero a la vez «sacrificada y asfixiante» Es curioso, cuando una es madre adora serlo, pero a la vez aquello que más amamos nos hace sentirnos lejos de lo que éramos. Por cierto, me encanta el nuevo look del blog, te ha quedado precioso. Un besazo
Súper asfixiante a veces! Yo también estoy de acuerdo con Virginia y me he sentido superada! Pero bueno, también es de las mejores experiencias de la maternidad! Muchas gracias por lo del nuevo look!!! Qué ilu!! Mua!
Gran testimonio sobre la LM. Gracias por compartirlo con todos, porque a veces sólo contamos la cara amable de las cosas y también hay una cara B, que también es frecuente pero se supera. Saludos!
Muchas gracias! La verdad es que lo que cuenta Virginia es súper interesante. Yo coincido plenamente con ella: es maravilloso dar el pecho, pero a veces la dependencia total de los bebés nos puede agobiar. Lo importante, yo creo, es hacer como ella e ir aprendiendo día a día. Seguro que si tenemos más niños, como ella misma explica, nos servirá de mucho todo lo aprendido. Un abrazo y gracias por pasarte!!!